En la sociedad mexicana hay una visión adultocéntrica que asegura que los niños y niñas no tienen conciencia ni capacidad de decidir sobre su identidad de género. Estos mitos, junto con la inexistencia de leyes que reconozcan los derechos de las infancias trans, afectan todos los ámbitos de la vida de las y los menores que se reconocen a sí mismos con un género diferente al que les fue asignado al nacer.
Por: Ximena Torres, Sebastián Sánchez, Daniela Luna y Arianne Chévez. Este trabajo fue asesorado por Esperanza Romero
En México no existen los niños y niñas trans. No para el sistema jurídico que reconoce a las personas como ciudadanas y les da acceso a todos sus derechos. Tampoco para una sociedad que no comprende la sexualidad y tiene una percepción indiferente.
Aún así hace 16 años , cuando León Alexander tenía cuatro, completaba la frase “cuando yo nazca niño…”, con todas las cosas que quería hacer. Andre, que hoy tiene 19 años, usaba las mismas tres playeras, short y tenis cuando era pequeño, aunque su closet estaba lleno de vestidos. Y al contrario, Itzel Adriana, de ahora 21 años, jugaba a las muñecas y prefería los vestidos de sus primas en lugar de la tejana y pantalones que le ponía su papá.
Para sus familias y el resto de la sociedad no siempre fueron los hombres y mujeres que son ahora. Cuando les aclararon que el cuerpo con el que habían nacido les dictaba un camino diferente al que querían, se sintieron incómodos, incluso pensaban que algo estaba mal en ellos y ellas.
León no olvida cuando estaba en la primaria y se dormía pidiéndole a Dios que al despertar lo hiciera con su cuerpo real. Con el que él se veía y sentía. Tuvieron que pasar varios años para que entendiera que el sexo de su cuerpo no tenía nada que ver con su identidad de género. Fueron años de autoconocimiento, pero también mucha violencia.
A León su papá lo corrió de la casa muchas veces siendo menor de edad. En la preparatoria lo inscribió a una escuela católica para que lo “reformaran”, sin importar lo que fuera necesario. Durante la preparatoria Andre sufrió una depresión que lo mantenía encerrado en su cuarto. En el colegio no podía ir al baño porque no era aceptado en el de hombres ni en el de mujeres. A Adriana, en cambio, su papá la corrió de la casa a los 17 años, después de darle una golpiza por ser afeminada y verse como mujer.
De acuerdo con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la esperanza de vida de las mujeres trans oscila entre los 30 a 35 años, en comparación con la media mexicana de 71.5 años acorde al Consejo Nacional de Población.
Además, los resultados de la Encuesta sobre Discriminación por Motivos de Orientación Sexual e Identidad de Género 2018 (ENDOSIG) muestran que las mujeres (53.3%) y hombres trans (40.9%) son los grupos de población a los que más se les han negado injustificadamente los derechos por su identidad de género.
El estigma y la discriminación que padecen las personas trans se hace más grave cuando se habla de la niñez, de acuerdo con Edgar Rosales, sexólogo por el Instituto Mexicano de Sexualidad y director de la organización tapatía Familias en la Diversidad (FADIS). Debido a la ignorancia sobre los diferentes conceptos de la sexualidad y una visión “adultocentrista”, se cree que los y las menores no tienen capacidad de elección sobre sí mismos.
“La niñez trans sigue estando en una situación de mucha mayor vulnerabilidad que la de los adultos y adultas trans. No hay una cartilla que reconozca específicamente sus derechos. El cambio de reconocimiento que existe a nivel legal solo es para mayores de edad. Además, muchos profesionales no reconocen que la identidad de género en la niñez es una realidad”, explica Edgar.
Según el sexólogo, para entender esa realidad y la situación de la comunidad trans es necesario diferenciar cinco conceptos básicos de la sexualidad que están presentes durante toda la vida de los seres humanos: sexo, género, identidad de género, orientación sexual y expresión de género.

Ser conscientes de que el sexo es hormonal, gonadal y no tiene relación con ninguno de los demás conceptos, es la clave para entender que una persona puede haber nacido con ciertos órganos, pero su reconocimiento personal es independiente de ellos. Al igual que su género, orientación y expresión.
Edgar Rosales explica que los elementos básicos que conforman la sexualidad humana están presentes desde el nacimiento, pero que cuando éstos se manifiestan de manera distinta a lo que la sociedad impone como “normal”, las personas se confunden o entran en conflicto y terminan por creer que el reconocimiento de los integrantes de la comunidad LGBTTTIQ+ sobre sí mismos es incorrecto. Como alguna vez le dijeron a León, a Andre y a Adriana cuando eran niños.
La ENDOSIG señala que casi la mitad de los hombres y mujeres trans encuestados (49.1%), identificaron su identidad de género no normativa durante la infancia.

Además de eso, los niños y niñas están sujetos a las expectativas que sus padres y tutores tienen sobre sus cuerpos y vidas. A veces desde antes de su nacimiento, en forma de fiestas de revelación de sexo en las que el rosa y el azul inundan los espacios.
Las expectativas son una carga para los y las menores y a veces la primera manera de reprimir su identidad de género. Aunque eso lleve a que las personas vivan una autodestrucción, que generen procesos de depresión, situación de calle o hasta casos de suicidio.
“Cargar a mi hijo con expectativas fue algo que yo viví. Nació y como mamá ya me lo había imaginado a los 20 años, ya sabía qué iba a estudiar, a lo que se iba a dedicar, si iba a tener hijos. Hice la historia sin darle oportunidad de elegir nada. Ese era mi problema y fue el duelo más difícil cuando él empezó su transición a los 17 años”, cuenta Lourdes Castellanos, mamá de Andre.
Ella y su esposo Fausto reconocen que no sólo Andre transicionó, sino que también ellos pasaron por un proceso lleno de emociones complicadas para comprender la situación de su hijo y poder darle todo el apoyo que necesitaba. “Cuando nos dijo que era un hombre trans nosotros ni siquiera sabíamos lo que eso significaba”, recuerda Fausto.
Pero este caso es extraordinario, explica Izack como hombre trans y presidente de Impulso Trans A.C., una asociación que trabaja en pro de los derechos de esta comunidad en Guadalajara. La habitual incomprensión del tema por parte de los papás y mamás, provoca que las niñas y niños trans no tengan un espacio seguro en casa y sean víctimas de violencia psicológica, económica y hasta física. Además de tener que enfrentarse a las instituciones en soledad.
Los datos de la ENDOSIG 2018, muestran que tener una identidad de género no normativa produce mayores niveles de rechazo familiar respecto a una orientación sexual diversa. Además que los padres y madres quienes más rechazan o se disgustan, con 69.3% y 63% respectivamente.

En México, los niños y niñas no pueden rectificar su identidad de género ante instancias legales. A pesar de que la CIDH declara en su Opinión Consultiva OC-24/17, que “en lo que respecta a la regulación de los procedimientos de cambio de nombre, adecuación de la imagen y rectificación de la referencia al sexo o género, en los registros y en los documentos de identidad, los niños y las niñas son titulares de los mismos derechos que los adultos y de todos los derechos reconocidos en la Convención Americana”.
Lo más cercano a lo que señala la CIDH en México, es una iniciativa presentada en la Ciudad de México en noviembre pasado, que quedó en pausa después de que la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, sugiriera una revisión de organismos internacionales.
Edgar, León, Adriana, Andre y toda la comunidad trans en Jalisco, no solo tuvieron que esperar a ser mayores de edad para pedir el levantamiento de una nueva acta de nacimiento, sino que además tuvieron que viajar a la CDMX para hacerlo. El Código Civil del Estado de Jalisco no contempla el procedimiento y, en consecuencia, atenta contra todos los demás derechos de las personas.
“El niño trans más chiquito que yo conozco tiene ocho años, que tenga que esperar hasta los 18 para que el gobierno diga ‘ah sí, sí eres válido’ no está bien. A mí me pesó es tiempo que esperé y fueron dos años. Si hubiera podido, hubiera hecho el cambio antes”, cuenta Andre.
Según Izack sí han habido propuestas para legislar el tema en el estado, pero a los representantes del Congreso de Jalisco les falta voluntad política para sacarlas del congelador. (Por eso) En tanto, la travesía de la población que sí tiene los recursos para viajar a la capital no termina al regresar. En Jalisco aún tiene que enfrentarse a señalamientos y humillaciones en cada institución pública en la que tiene que unir (homologar) sus dos actas.
La familia de André tuvo que demandar a uno de los Registros Civiles de Guadalajara y presentar una queja ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos Jalisco (CEDH), para que aceptaran la rectificación de su acta. Eso hizo que el costo de todo el trámite (el viaje a la CDMX y los abogados en Jalisco) se elevara de 4 mil hasta 12 mil pesos.
Otro caso es el de León Alexander, que ha perdido dos cuatrimestres de su carrera en psicología porque el bachillerato en el que estudiaba no ha emitido su nuevo certificado de preparatoria.
En cuanto a los servicios de salud para someterse a un tratamiento hormonal o una cirugía de reasignación de sexo, las instituciones públicas también han sido omisas en la atención tanto a adultos y adultas como niños y niñas. En 2018 Impuso Trans y FADIS promovieron en conjunto el “Protocolo para el Acceso sin Discriminación a la Prestación de Servicios de Atención Médica de las Personas Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Travesti, Transgénero e Intersexual y Guías de Atención Específicas”.
Aun después de eso las organizaciones jaliscienses han registrado casos en los que se le niega el servicio a la población trans, se demora el tratamiento solicitado hasta dos o tres años o se les dirige a las personas a psiquiatría, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerar la transexualidad como una enfermedad desde 2018.
“Como el personal de salud no conoce el protocolo, es casi de suerte que no te toque un doctor que piense en la identidad de género como una enfermedad. Por eso el acompañamiento médico que ofrecemos en FADIS e Impulso Trans es sobre todo en el ámbito privado” explica Edgar.
Una persona que sigue al pie de la letra el tratamiento hormonal y va al médico con regularidad puede gastar hasta tres mil pesos cada tres meses, como la familia de Andre. A otras mujeres y hombres no les queda más que asumir el riesgo de automedicarse para gastar menos dinero. En ambos casos los servicios de salud pública son los que deberían de solventar el costo de las transiciones y dar el seguimiento médico necesario derivado del uso de hormonas. Por ejemplo, cuidar la reacción que pudieran tener en combinación con otras medicinas o indicar la reducción de ingesta de alcohol.
El avance para visibilizar a la comunidad trans mexicana va lento en todos los ámbitos. Ante ese escenario, los derechos de niños y niñas quedan en una situación muy vulnerable, donde las organizaciones de la sociedad civil son la opción para este sector de la población hasta ahora ignorado.
En Jalisco, FADIS ofrece atención integral para todos las familias de la comunidad LGBTTTIQ+, mientras que Impulso Trans pone a disposición de las personas que quieren someterse a una transición, a los profesionales de la salud y la justicia para que ayuden a las personas a vivir plenamente su identidad de género autopercibida desde pequeños.
Si tú o alguno de tus conocidos necesita acompañamiento relacionado a los derechos de personas trans, el grupo Familias En La Diversidad Sexual de Jalisco (FADIS) se encuentra en Facebook como “Familias En La Diversidad – FADIS“ y en Twitter como @fadisGDL. Además su correo es familiasenladiversidad@hotmail.com.
El contacto con la asociación civil Impulso Trans puede ser a través de su página de Facebook “Impulso Trans A.C” o al teléfono 33 1038 2509. Sus instalaciones se encuentran Francisco Villa no.29, Colonia División del Norte en Zapopan Jalisco.