Acicate de amor para un rebelde
Segunda parte.
Avasallado tras su derrota electoral en 1932, cuando peleó la gubernatura de Jalisco a Sebastián Allende, candidato del Partido Nacional Revolucionario, el doctor Pedro Rodríguez Lomelí hizo las maletas y se mudó a La Barca, población que le permitía cruzar rápidamente a Michoacán y acogerse a la protección del general Cárdenas, si se veía acorralado por los esbirros del expresidente Calles.
Probablemente obregonista, el doctor Rodríguez ya se había enfrentado al callismo en otras ocasiones, pero para la gubernatura quiso tener el respaldo del jefe máximo, como se le conocía al expresidente; así, fue a buscarlo a Cuernavaca, a su quinta Las Palmas, para convenir la elección, pero ya había candidato y su suerte estaba echada. No lo recibió el jefe, pero sí le advirtió a través de su ayudante: “Dice el general Calles que ya sabe usted quién va a ser el próximo gobernador de Jalisco. Que se esté quieto, porque, si no, ya verá lo que le pasa”.
Tras este rechazo, pero deseoso de ganar, el doctor Rodríguez se entrevistó con el presidente Pascual Ortiz Rubio y le propuso una jugada peligrosísima para sacar al callismo de Jalisco; el presidente se rehusó tajante. Finalmente, arropado por el Partido Agrarista, organizado por él mismo, se lanzó a la lucha. El desenlace no pudo ser peor, según lo cuenta en su libro Mi experiencia sobre espiritismo y parapsicología, pues además de la derrota se vio perseguido y “muchos de los principales líderes ejidales” que lo secundaron fueron asesinados.
El doctor Rodríguez se refugió en La Barca por seis años, de 1932 a 1938, si bien pasó temporadas en Guadalajara, especialmente cuando se casó por primera vez. Y fue esta ciénega de Jalisco el crisol donde Pedro Rodríguez Lomelí trasmutó, tocado por el mundo invisible. Pasó del “escarnio de las cosas místicas y religiosas”, a converso espiritual y médium, espoleado por la separación amorosa y las ansias de matarse.
En la introducción de su Libro del amoroso y bello pensamiento da cuenta con detalle de esta metamorfosis. Editado en tres volúmenes, publicados en diferentes años, el libro contiene 143 mensajes psicográficos, escritos entre el 28 de octubre de 1935 y el 30 de septiembre de 1936.
Cada mensaje lleva un título. En ‘La paz’, del volumen dos, está escrito:
“Nada se tiene al nacer en el plano terrenal, sino las ganancias de pasadas luchas. Y el dolor como medio de adquirir nuevas ganancias. Ese es tu patrimonio”.
En el mensaje ‘La tranquilidad en la muerte y la inquietud en la guerra’, del volumen tres:
“Atiende, amigo del reposo, que el devenir terrible de la vida no se estanca y no existe el descanso sino en la mente y en ella misma no es sino el movimiento más grande que hay en una transición sublime y enorme. El transformismo de la oruga y de la crisálida para ser mariposa. Esa es la muerte: resurgimiento de divinas alas y brote de nuevos oros y de nuevas luces en esas alas. (…) Morir, he allí el movimiento accesible, el conocimiento puro y la visión próxima a la luz vibrante. Morir, es mi ánimo hecho realidad y es mi descanso hecho movimiento inacabable. (…) Nada se hace sin dolor y menos el avance hacia lo perfecto”.
